En
las grandes ciudades del mundo, desde Buenos Aires hasta Tokio, pasando
por Berlín y Copenhague, cada vez son más los ciudadanos que eligen
moverse en bicicleta a causa de sus ventajas. Sin embargo, este vehículo
pasó por muchas etapas hasta alcanzar la estructura ágil con la que se
lo conoce hoy en día.
Las
bicicletas, que ya se encuentran en jeroglíficos egipcios en los que se
observa a un hombre montado sobre un aparato formado por dos discos,
comenzaron como una mera unión entre bastidores, cadenas y ruedas.
Carecían de manubrios y asientos y revestían una gran incomodidad para
sus conductores, ya que los rebotes contra el suelo los lastimaban y
ponían en riesgo su seguridad. Al no existir los neumáticos tal como los
conocemos hoy en día, las primeras bicicletas bajas poseían neumáticos
de metal y goma maciza, que restaban velocidad y confort.
No fue hasta 1888, cuando John Boyd Dunlop
observó que su hijo de 10 años se sentía incómodo con su triciclo y
decidió realizar una serie de pruebas para darle más velocidad y
seguridad. Fue así que creó el neumático con cámara de aire, el
primer neumático tal como los conocemos hoy en día. Estas cubiertas
fueron rápidamente incorporadas a las bicicletas de la época, logrando
por fin una amortización adecuada que las convirtió en un medio de
transporte seguro, cómodo y ágil.
Los comienzos
Ya
Leonardo Da Vinci en su obra “Codez Atlanticus” pensaba en una
bicicleta a partir de una transmisión de cadena como las que se utilizan
en la actualidad. Incluso, en muchas obras de la segunda mitad del
siglo XVII ya se observaban vehículos rudimentarios de dos ruedas
propulsados por los pies. Inspirado en estos hallazgos, en 1690, el
Conde Mede de Sivrac, inventó “el celerífero” (“la célérifère”),
que consistía en un bastidor de madera al que se añadían las ruedas. El
vehículo no tenía manubrio y el asiento era una almohadilla en el
bastidor. Se impulsaba y dirigía con la fuerza de los pies contra el
suelo.
En el siglo XIX llegaron los primeros diseños industriales. En 1816, un noble alemán diseñó “Draisiana”,
el primer vehículo de dos ruedas con dispositivo de dirección y un
manillar que pivotaba sobre el cuadro, permitiendo el giro de la rueda
delantera. Después, inventores franceses, alemanes y británicos
introdujeron mejoras en este dispositivo. Fue así que en Inglaterra,
estos primeros modelos se conocieron como balancines; Eran más ligeros que la Draisiana
y tenían un asiento ajustable y un apoyo para el codo. Finalmente, fue
patentado en Estados Unidos en 1819, pero suscitó poco interés.
En
1839, el herrero escocés Kirkpatrick Macmillan añadió las palancas de
conducción y los pedales a una máquina del tipo de la Draisiana. Estas
innovaciones permitieron al ciclista impulsar la máquina con los pies
sin tocar el suelo. El mecanismo de impulsión consistía en pedales
cortos fijados al cubo de la rueda de atrás y conectados por barras de
palancas largas, que se encajaban al cuadro en la parte superior de la
máquina. En 1846, un modelo mejorado diseñado por un escocés, tomó el
nombre de Dalzell, muy utilizado en Gran Bretaña.
Luego, en 1861, Ernest Michaux, quien luego sería conocido como el precursor directo de la bicicleta,
decidió dotar de unos pedales a la rueda delantera de una vieja
draisiana. Aunque el descubrimiento fue de suma importancia, tropezó con
un grave problema que durante cierto tiempo resultó infranqueable: no
había forma de mantener el equilibrio con el movimiento a pedales.
Michaux se dio cuenta de que la máquina de dos ruedas sería estable
siempre que fuera a una velocidad suficiente. El invento de Michaux, la “Michaulina”,
se empezó a producir en serie atrayendo la atención de las clases
populares lo que lo convirtió en un modelo muy utilizado en Francia. El
cuadro y las ruedas se fabricaban en madera. Los neumáticos eran de
hierro y los pedales estaban colocados en el cubo de la rueda delantera o
del conductor, que era un poco más alta que la rueda de atrás. En Gran
Bretaña, esta máquina se conoció como el ‘quebrantahuesos’, a
causa de sus vibraciones cuando circulaba sobre carreteras pedregosas o
en calles adoquinadas. Fue justamente allí donde en 1869 se introdujeron neumáticos de goma maciza montados en el acero, y el vehículo fue el primero en ser patentado con el nombre moderno de bicicleta.
Al poco tiempo, en 1873, James Starley,
un inventor inglés, produjo la primera máquina con casi todas las
características de la famosa bicicleta común o de rueda alta. La rueda
delantera de la máquina de Starley era tres veces más grande que la de
atrás. Con esta máquina, el 7 de enero de 1887, el norteamericano Thomas
Stevens se convirtió en la primera persona en realizar un viaje en
bicicleta alrededor del mundo. Partió de San Francisco y regresó a la
misma ciudad después de pedalear durante más de tres años. Un par de
años después, el 31 de mayo de 1889 nació oficialmente el ciclismo de
competición: los hermanos Olivier, asociados de la fábrica de Michaux,
organizaron una carrera en el parque de Saint Cloud de París con 1200
metros de recorrido en la que se enfrentaron siete ciclistas. A partir
de entonces comenzó la fiebre del ciclismo: la velocidad se convirtió en el nuevo objetivo.
En busca de la velocidad
Como
las Michaulinas, los fabricantes decidieron aumentar los diámetros de
las ruedas delanteras llegando a construir ruedas delanteras de tres
metros de diámetro. Todo ello fue en detrimento de la seguridad, del
equilibrio y del peso, ya que algunos modelos alcanzaron los 40 Kg.
Los
fabricantes tendieron a homogeneizar sus máquinas. Las ruedas
delanteras se redujeron a un diámetro de 1,2 metros y las traseras a 40
centímetros. Las modificaciones y mejoras en los años siguientes
incluyeron los asientos y el neumático. Estos inventos, junto con el uso
de tubos de acero soldados, llevaron a la bicicleta a la cumbre de su
desarrollo. Sin embargo, la vibración excesiva y la inestabilidad de la
bicicleta de rueda alta obligaron a los inventores a esforzarse por
reducir la altura del vehículo.
Hacia
1880 apareció la bicicleta baja. Las ruedas eran casi del mismo tamaño y
los pedales, unidos a una rueda dentada a través de engranajes y una
cadena de transmisión, movían la rueda de atrás. En 1885, el inventor e
industrial inglés John Kemp Starle considerado el artífice de la bicicleta moderna crea
“la bicicleta de seguridad”, en la que la rueda delantera es más
pequeña gracias al uso de los rodamientos. Era propulsada por una cadena
y se le acopló frenos para una mayor seguridad.
En
1888, con la incorporación del neumático con cámara de aire creado por
John Boyd Dunlop, las bicicletas terminaron de popularizarse en todo el
planeta. En 1896, una bicicleta podía costar el salario de tres meses de
un trabajador medio, pero ya en 1909 se había reducido a menos de un
mes de trabajo.
Finalmente,
con el desarrollo de la bicicleta llegaron las carreras que aún hoy son
tradición en el mundo entero: en 1903, se disputó el primer Tour de
Francia con 2.428 Kilómetros de recorrido ideado por Henri Desgranges;
en 1909, el primer Giro de Italia y, más adelante, la primera vuelta
ciclista a España en 1935, ideada por Juan Pujol.
Finalmente,
a mediados del siglo XX, su utilización se volvió masiva. Los aumentos
en los costos del combustible, la creciente urbanización de las
poblaciones y la toma de conciencia sobre la contaminación ambiental son
algunos de los principales motivos que explican el auge del uso de la
bicicleta como medio de transporte. Y de la mano del espíritu aventurero
de los ciclistas, comenzó a dar la vuelta al mundo.