Forzosas comparaciones, por Enrique G. Avogadro

"Los hechos no dejan de existir porque sean ignorados".
 Aldous Huxley


Estas semanas están dejando a la vista algunos escenarios que obligan a su cotejo, y me refiero tanto a la Argentina cuanto a Colombia y Chile o a Uruguay. Tienen que ver, por ejemplo, con los políticos presos, con transiciones gubernamentales, con violentos conflictos sociales, con las agresiones sexuales y hasta con los zapatos. Comencemos entonces.

El jueves, una patética -por lo magro de la concurrencia- manifestación reclamó la libertad de algunos angelitos detenidos. Entre los enrejados convocantes se encontraron Amado Boudou, Julio de Vido, Roberto Baratta, Luis D'Elía, Lázaro y Martín Báez, Juan Pablo "Pata" Medina y Milagro Salas, todos condenados en varias instancias por delitos que van desde falsificación de documentos, apropiación de la fábrica de dinero, el crimen de Once, malversación de fondos públicos, asalto a comisarías, lesiones graves, amenazas, tentativas de homicidio, etc.; en resumen, por casi todo lo previsto en el Código Penal. Ricardo Jaime, en idéntica situación, tuvo la decencia de abstenerse de participar del reclamo.

Se dicen presos políticos pero sólo son políticos presos. Eso, en sí mismo, no debiera revestir gravedad alguna porque, estando los hechos probados, prefieren hacer uso de otra defensa: ocultarlos detrás de una supuesta persecución de Mauricio Macri, exactamente lo mismo que hicieron ya muchos otros, comenzando por la Vicepresidente electa, la inefable Cristina Elisabet Fernández quien, seguramente, desplegará sus innegables dotes histriónicas en igual sentido cuando preste declaración indagatoria el lunes, en una de las muchas causas ya elevadas a juicio.

Pero, en cambio, adquiere otra significación con las afirmaciones del profesor Alberto Fernández, que adoptó como propia esa postura y reclama la inmediata libertad -y la consecuente impunidad, por la teoría del lawfare- de todos esos presos y las "explicaciones" de los jueces que los procesaron y condenaron; es la misma actitud que adoptó con Luiz Inácio Lula da Silva, a quien un tribunal colegiado le agravó esta semana la pena.

La Comisión Bicameral de Legislación Penal puso en vigor un límite a la arbitrariedad de los magistrados ante las prisiones preventivas, y ello es verdaderamente positivo. Sin embargo, la penosa comparación surge de la reiterada discriminación que sufren, al respecto, los ancianos militares presos, los menos iguales ante la ley. Para ellos no aplican estas limitaciones procesales ni los principios de inocencia, de irretroactividad de la ley penal, del juzgamiento por jueces naturales y de legalidad. Para no extenderme en cifras de afectados, sugiero leer la carta que publicó Monseñor Santiago Olivera, Obispo Castrense de la Argentina, publicada hace pocos días.

La segunda comparación se produjo con las elecciones uruguayas, en las cuales una gran alianza de partidos, que llevó como candidato a Luis Lacalle Pou, le ganó al Frente Amplio después de quince años de hegemonía de la izquierda. La conducta de triunfadores y perdedores dio una lección de democracia a una región convulsionada; para demostrarlo bastó la elegancia de quienes abandonarán el poder frente a quienes los sucederán, y el encuentro en la calle de dos masivas manifestaciones de signos opuestos, que terminó con mates compartidos y el canto del himno nacional. Desde otro ángulo, dando una nueva lección de civismo, el nuevo mandatario tendrá un gabinete ministerial en el que participarán todos los partidos aliados.

Y esa clase de democracia viene a cuento por la diferencia que establecen el Presidente argentino y su Vice con respecto a los regímenes que gobiernan en América del Sur. Califican como golpe de Estado los procesos que llevaron a la destitución de Dilma Rousseff en Brasil y a la renuncia de Evo Morales en Bolivia, pero defienden la subversión que desató Rafael Correa en Ecuador contra el Presidente Lenin Moreno para intentar regresar al poder, y nada dijeron para respaldar a Sebastián Piñera, en Chile, a Martín Vizcarra, en Perú, o a Iván Duque Márquez, en Colombia, frente al vandalismo terrorista. Tiene antecedentes su conducta actual, ya que la remoción por el Congreso del ex Obispo Fernando Lugo, les sirvió como excusa para excluir temporariamente a Paraguay del Mercosur y permitir la entrada, por la ventana, de Venezuela al organismo regional.

La disertación de Alberto Fernández ante la Unión Industrial Argentina y, concretamente, su manifiesta intención de impedir la entrada de zapatos de Brasil, sirve para entender qué pretende hacer con la industria argentina la cual, de la mano del Frente para Todos, volverá a gozar del más insano proteccionismo, que tanto daño ha hecho al país y a sus habitantes, obligándolos a comprar caro y malo, a contramano total de cuanto han hecho otras naciones que crecieron, entre ellas el propio Brasil, que exporta al mundo desde aviones hasta ojotas.

A partir de 2005, he escrito varias veces sobre este tema (por ejemplo en https://tinyurl.com/v7aorb8). Como puede verse allí, la solución real no puede ser más sencilla y, de adoptarse, esa misma industria que, tradicionalmente, ha pescado en la bañadera y cazado en el zoológico, generaría las indispensables divisas que necesitamos para pagar nuestra deuda y muchísimos puestos de trabajo.

Si, en lugar de ello y como ha prometido el Presidente electo y demostradamente vicario, se refuerza el cierre y la falta de competitividad de nuestra economía, el círculo vicioso en el que nos movemos hace tantas décadas seguirá siendo la clara explicación de nuestra increíble decadencia.

Finalmente, el estruendoso silencio de Cristina Fernández y de las organizaciones feministas ante las acusaciones a José Alperovich por violación, clama al cielo, por comparación, contra al verdadero linchamiento mediático que, por delitos menos graves que los imputados al Senador kirchnerista, practicaron contra el actor Juan Dhartes.
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